El uso de sustancias aromáticas se constata desde los albores de la civilización. Algunos autores sitúan el origen en el Neolítico, con su posible utilidad para atraer presas en la caza o ahuyentar insectos, por ejemplo.
Para los egipcios, el cuerpo y el espíritu vuelven a unirse en una segunda vida, por lo que era necesario conservar el cuerpo. Así, los aromas y los perfumes juegan un importante papel en la momificación y en los ritos funerarios. Es curioso que cuando se accedió a la tumba de Tutankamon, se encontraron más de tres mil frascos, vasijas y ungüentos, y a pesar de haber transcurrido treinta siglos, se podía aún percibir el ambiente perfumado.
Los perfumes más antiguos conocidos se descubrieron en la isla de Chipre. Excavaciones arqueológicas en 2004-2005 manifestaron evidencias de una fábrica que existió hace 4.000 años durante la Edad de Bronce, y que abarcaba un área de más de 4,000m², lo que indica que la fabricación de perfume era a escala industrial.
En la antigua China, consta el uso de perfumes en ceremonias religiosas alrededor del 2000 a. C. Allí, el perfume se guardaba en las populares “bolsitas perfumadas”, pequeños saquitos de tela o de hilo de oro que contienen hierbas aromáticas en su interior. Su uso se exportó a Japón, donde en el siglo VI, a través de monjes budistas coreanos, se usaban los aromas en los ritos de purificación.
La primera química de la que se conoce el nombre fue una perfumera llamada Tapputi, cuya existencia data del 1200 a. C. en Mesopotamia. Tenía un papel importante en el gobierno y religión mesopotámica como capataz del Palacio Real, y desarrolló métodos para extraer fragancias. Estos serían la base de la perfumería, siendo la primera persona de la que se tiene constancia en registrar las técnicas usadas para ello. Los métodos que se han conservado se basan en el uso de solventes, y las fragancias extraídas tenían papeles bastante protagonistas tanto en ceremonias religiosas como en rituales de adivinación.
En cuanto a la antigua Grecia, llenaba de perfumes sus mitos, perfumaba con aceites las estatuas de sus dioses, así como los cuerpos de los atletas y de las mujeres. Las expediciones militares a las tierras perfumadas y profundas de Oriente dejaron inevitablemente una marca olfativa en los ejércitos griegos y en especial en Alejandro Magno: se dice que desde que entró en contacto con estas tradiciones aromáticas ajenas a su cultura, el macedonio hizo que sus habitaciones fueran rociadas con ricos perfumes donde quiera que estuviese.
En lo referente a la antigua Roma, se mantuvieron las sustancias aromáticas de las sociedades mediterráneas que conquistó. Aportaron más soluciones técnicas e incrementales que revoluciones científicas, y prueba de ello son los primeros usos del vidrio como envase de los perfumes.